Mamá Claudia, si bien es cierto que Dios me ha separado a una mujer que será mi esposa, a quien amaré con todo mi ser bio-psico-espiritual, de manera que ni yo podré calcular cuanto; todavía no la conozco, no sé quién es, no sé dónde está y, lo que es peor, no sé cuánto tiempo tendrá que pasar para que llegue a conocerla o si ya la conozco. En fin, no sé quién es. Pero hay otra mujer con quien no me casaré, porque no puedo, pero a quien, ya, amo más que a mí mismo, más que mis mismidad, por quien daría la vida: mi madre. Claudia Zoila Benavides Rubio es más que mi madre. Quiero decir que no puede ser una simple madre, una simple mujer. Parece que no es de esta tierra, no parece que fuese de carne y hueso.
Benavides Rubio, CLaudia Zoila, cuyo cumpleaños es dos días después del nacimiento de la persona más importante de la historia, el Señor Jesús. Dos días después del día más feliz del año, tanto para los niños como para los más viejos, dio su vida por mí.
Cuando nací, en ese mismo momento, dejó todo y se dedicó a mí. Dejó sus sueños, sus deseos, sus anhelos, todo lo que tenía pensado, sólo por mí.
Aquella mujer, ejemplo de madre a pesar de sus errores naturales, como ser humano que es, pero que no parece ser, tiene casi el doble de mi edad.
Cada vez es más hermosa, más bella, más preciosa, más linda (ahora entiendo por qué salí tan irresistible), no deja de impresionarme ni dejará de hacerlo. Mi madre, ejemplo de madre a pesar de sus errores, mi vida. Cada día la amo más.
Pero, ante todo esto, ¿saben qué es lo mejor? Que ella me ama más, mucho más; más aún de lo que me imagino. Me arrodillo ante ella…
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