La gran mayoría de personas está acostumbrada a vivir como si existiese solo una vocación: el matrimonio. Lo que creo es que, si queremos ser realmente felices, nos debemos preguntar qué quiere Dios de nosotros. Porque es posible que Dios esté esperando a que respondas. Pregúntate. Pregúntale. Te responderá.
Es una gran alegría para la Iglesia descubrir que hay personas que sí están dispuestas a responder, a dejar su parte para ganarlo todo.